“Y cuando tu Señor les dijo a los ángeles: He de establecer un Califa en la Tierra, dijeron: ¿Pondrás en ella quien la corrompa [desbastándola] y derrame sangre siendo que nosotros te alabamos y santificamos? Dijo: En verdad Yo sé lo que vosotros ignoráis’”. (Corán 2:30)
La humanidad, a través de su padre Adán, fue enviada a la Tierra como su Califa –un término que simultáneamente significa: sucesor, administrador, síndico, representante y guardián–. Es decir, el hombre fue hecho responsable de utilizar los recursos de la Tierra con la consideración debida, recursos que Dios ha sometido a todas sus necesidades.
“Dios es Quien creó los cielos y la Tierra e hizo descender la lluvia del cielo con la que hace brotar los frutos para vuestro sustento. Él os sometió las naves para que con ellas surquéis el mar por Su designio, y os sometió los ríos [para que os beneficiéis de ellos]”. (Corán 14:32-33)
“¿Acaso no veis que Dios os sometió todo cuanto hay en los cielos y en la Tierra, y os colmó de Sus gracias, las cuales podéis apreciar algunas y otras no? Pero, a pesar de esto, entre los hombres hay quienes discuten acerca de Dios sin tener ningún tipo de conocimiento, guía o libro revelado”. (Corán 31:20)
Por lo tanto, la Tierra ha sido creada con una causa y afecto definidos: facilitar a los humanos el cumplimiento de los fines por los cuales fueron creados ellos mismos, que son adorar y servir a su Creador.
“Por cierto que he creado a los genios y a los hombres para que Me adoren”. (Corán 51:56)
Aunque la creación de los cielos y de la Tierra es en verdad mayor que la creación de la humanidad ante los ojos de Dios [véase Corán 40:57], los humanos tienen una responsabilidad que no tienen los cielos ni la tierra. De hecho, Dios le ofreció a los cielos y a la Tierra confiarles la responsabilidad moral. Sin embargo, ellos comprendieron el peso de lo que se les pedía y respetuosamente declinaron. Adán, sin embargo, aceptó la responsabilidad moral por parte de la humanidad. Lamentablemente, a diferencia de su padre, muchos de los descendientes de Adán fueron y son incrédulos, incompetentes y poco dispuestos a mantenerse fieles a sus obligaciones.
“Ciertamente propusimos concederle la responsabilidad a los cielos, a la Tierra y a las montañas, y rehusaron cargar con él, y sintieron temor de ello. Pero el hombre cargó con él; en verdad el hombre es injusto consigo mismo e ignorante”. (Corán 33:72)
Cuando el hombre cumple fielmente con lo que se le ha confiado, obedeciendo y adorando a Dios de acuerdo a su naturaleza primigenia, obtiene la complacencia y la recompensa de Dios; cuando no, está en necesidad de Su perdón. Por cierto, la única razón por la que una persona sucumbe a los deseos falsos y opresivos, es porque se está dejando alejar engañosamente de su naturaleza, apartándose del camino recto y transitando el camino errado tomado por el enemigo de Dios y del hombre: Satanás.
“Y agregó [Satanás]: ¿Por qué lo has honrado más que a mí [que me has creado de fuego]? Si me dejas vivir hasta el Día de la Resurrección, desviaré a la mayoría de sus descendientes”. (Corán 17:62)
“Dios maldijo a Satanás y éste replicó: Seduciré a una gran mayoría de Tus siervos. Y los desviaré, les daré falsas esperanzas, les ordenaré que hiendan las orejas del ganado [marcándolas como ofrenda para falsas deidades] y que alteren la creación de Dios. Quien tome a Satanás como amigo en lugar de Dios estará evidentemente perdido. Les hace promesas y les da falsas esperanzas, pero Satanás no les promete sino algo ilusorio”. (Corán 4:118-120)
Así, después de enterarse de una realidad más importante respecto al ambiente natural y a nuestro lugar en él, y es que aparte de la humanidad (y los yinn), toda la creación animada e inanimada es inherentemente obediente a Dios y está en armonía consigo misma; también aprendemos cómo el hombre puede recuperar su estado natural inocente: sirviendo y obedeciendo a Dios. Y entre la gran cantidad de actos de obediencia dignos de elogio está nuestro comportamiento responsable con el mundo que nos rodea. Un mundo que, para el propósito de este discurso, puede ser dividido en dos reinos o recursos principales: los sujetos del reino animal y sus hábitats naturales.
“Dios es Quien os sometió el mar para que las embarcaciones navegasen sobre él por Su designio, y así pudieseis procurar el sustento. Sed agradecidos con Dios, pues. Y os sometió cuanto hay en los cielos y la Tierra por Su gracia. Ciertamente en esto hay signos para quienes reflexionan”. (Corán 45:12-13)